"Final accidentado"

Nuestro último día de estancia en la Patagonia ha sido un tanto angustioso. Tras salir de Río Grande a primera hora de la mañana, y cruzar la frontera argentino-chilena sin contratiempos, arribamos antes de las dos de la tarde a Bahía Azul, el punto de embarque para cruzar al continente por la "Primera Angostura" del Estrecho de Magallanes. Y aquí es donde comenzó la pequeña odisea de este viaje. La barcaza que debía llevarnos desde Tierra del Fuego hacia el otro lado canceló sus partidas desde la otra orilla debido al fuerte viento, en principio, hasta las cinco de la tarde. La bajamar llegó a esa hora sin que el viento hubiese amainado, por lo que la espera se tuvo que prolongar como mínimo hasta las nueve de la noche, momento en el que la marea subía lo suficiente para que la travesía se pudiese realizar sin problemas.

Dado que la cola de vehículos cada vez era mayor, que nuestro avión salía a primera hora de mañana, y que la última barcaza partiría a más tardar a las once de la noche, se puede comprender como se encontraban los ánimos de los expedicionarios.

Por fortuna, pudimos subir a bordo a las nueve y media de la noche, pero las largas siete horas de espera en el pequeño cafetín de madera y en los asientos de las furgonetas, fueron los momentos que más nos preocuparon de toda la expedición, pues la perspectiva de perder nuestro vuelo hacia España no era nada descabellada.

Llegamos por fin a Casa Monserrat en Punta Arenas pasada la medianoche, donde empaquetamos el equipaje, y descansamos unas horas antes de salir hacia al aeropuerto a las seis de la madrugada. Por delante nos esperan unos largos viajes en avión antes de llegar a nuestros hogares. Tenemos ganas de volver a casa.